sábado, 17 de octubre de 2009
miércoles, 14 de octubre de 2009
Sustitutos
Noticias de última hora en la Dirección
Tras el reciente anuncio, a principio de septiembre, de que la última compañera en entrar ha solicitado una plaza vacante en una de las asociaciones europeas de las que la empresa es miembro, mi otra compañera me desvela sus inminentes intenciones para cambiar de departamento. Al parecer, mi jefa ha dado su aprobación, y también quien pretende acogerla en su equipo. El lunes deben decirle si RRHH inicia los trámites para el cambio.
Esto supondría que, en caso de que la última compañera pase la entrevista en Bruselas a finales de mes, y en caso de que RRHH acepte el proceso de cambio, me convertiría en el hombre más valioso de la unidad, mano a mano con mi jefa, y con el consiguiente poder de negociación para tratar unas deseables mejoras laborales (económicas, prioritariamente, ya que de horario no vivo nada mal).
Es muy probable que ambos procesos se lleven a cabo. Es lógico, por otro lado, que la situación de escasez en el equipo se dé por poco tiempo y, en un grupo recién fusionado del que de aquí a un año sobrará gente, solicitantes no deberían de faltar. No obstante, a pesar de que los posibles nuevos compañeros vengan de dentro de la casa, es la oportunidad para demostrar que algo más de un año de experiencia en el departamento vale más que cuatro años en la casa (como ya ocurrió con los cuatro años de la última en llegar frente a mis 8 meses, aunque fue debido, en gran parte, a la pertinaz incapacidad de la nueva).
Para añadirle emoción al tema, mientras mi unidad se desintegra, seguimos con el largo proceso de integración. Esto supone que empiezan a aparecer por aquí y por allá temas de electricidad, a nivel global, a nivel internacional. Alguno ha caído ya en nuestras manos y, frente a mi jefa, que observa como se acerca todo eso con declarado espanto, a mí se me hace el culo gaseosa. No solo tengo conocimientos algo más que rudimentarios, sino que me entusiasmaría formar parte de tales proyectos.
Sé, de un modo estrictamente confidencial, dónde me voy a sentar en el nuevo edificio. Me han dado, los simpáticos de medios internos, de un equipo de tres mesas, con paneles de separación de metro y medio de altura, la peor de todas: De espaldas y con la pantalla de cara a la puerta del despacho de mi jefa. Una de estas dos va a dejar la suya, tal vez antes de que nos mudemos, y ya tienen mi nombre.
martes, 13 de octubre de 2009
Martes y trece
El despertador del móvil ha sonado, como todos los laborables, a las 7:15. He tardado unos segundos en recordar que hoy tenía un día de vacaciones. Lo fijé en el día de hoy por si me animaba a bajar a Zaragoza en fiestas, para no coger la operación retorno del puente el día 12. He tenido que darme media vuelta, acomodar nuevamente el mullido edredón calentito y dormir una hora y cuarto más…
Fruta fresca y yogur de desayuno, una larga ducha de agua caliente, y a las nueve y media estaba listo y en camino del Museo Sorolla. Como hoy es martes, no había casi nadie en la casa, y podías moverte con total libertad, disfrutando del precioso estudio del pintor como si fuera de uno mismo. Estoy seguro de que en primavera los jardines de estilo andaluz e italiano son dignos de una visita. Una preciosidad por tan solo tres euros. Una vez más, he de hacer notar que el que no va a museos es porque no quiere.
De camino al metro, rodeado de edificios de oficinas, caminaba yo fumándome un pitillo, con cuatro pelos de sucio aspecto por no haberme afeitado en seis días, manos en los bolsillos de la cazadora, escuchando música. Me he cruzado con gente caminando apresurada, esperando taxis o bajando de ellos, fumando en puertas giratorias antes de volver a su mesa. Me he sentido como en Los lunes al sol, o lo que es lo mismo, un parado, solo que en martes.
He bajado hasta Lavapiés, a la Casa Encendida, para ver unas instalaciones de Thomas Hirschhorn que anunciaban en el periódico. Precio cero, no digo más. Si en el Museo Sorolla estaba casi solo, aquí no estábamos más que el segurata y yo. Es bastante lógico, ya que el suizo es menos conocido, y vista parte de su obra, menos amado. Instalaciones con maniquíes mutilados, torturados, travestidos; decorados con clavos, cinta aislante y espuma roja a modo de vísceras. Todo ello rodeado de fotos reales de formato medio, a todo color, de cuerpos desmembrados por la guerra o bien, si hace falta diferenciarlo, por cualquier otro crimen. He pasado la vista de reojo por ellas, incómodo, excepto por la primera, ya que me he la he tragado de sopetón, sin saber que aquello estaba allí. Era la foto de un hombre, he preferido pensar que un suicida, con la cabeza abierta como un higo maduro al caer al suelo, tomada de pie frente a la cabeza del tipo. El tipo estaba tumbado boca arriba, con lo que su rostro era totalmente reconocible, con una mueca torcida, boca y ojos abiertos. Como una mano semiabierta, la cara estaría situada en el dorso, y el resto de su cráneo, partido, a modo de dedos. Todo lo que contenía se desparramaba entre ellos, delante de los maniquís, y del espectador.
Tanta muerte y destrucción me ha abierto el apetito, así que he subido hasta Sol a tomarme un aperitivo: tinto de verano y tajada de bacalao en Casa Labra. Luego he ido a la Fnac y me he comprado tres discos, uno que ya tenía en el mp3, que me encanta, y dos nuevos a muy buen precio.
En casa, me he preparado arroz con setas y espárragos trigueros, y un par de chorizos que sobraron de la barbacoa que varios amigos hicimos ayer en la sierra. Como soy el que vive solo, me traje los chorizos y dos hamburguesas de ternera que sobraron, y que caerán entre la cena de hoy y la de mañana.
Me he echado una siesta de hora y cuarto, he visto una película que está en cartelera gracias al fantástico CineTube, con el consiguiente ahorro, y he estado leyendo hasta ahora con mis nuevos discos como música de fondo.
Como ya me habían advertido los astros, está siendo un martes y trece agotador.