lunes, 29 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

Semana de ceporros


Falta menos de una semana para irme de vacaciones otra vez, otra vez a Bélgica, quiero decir. Tres días en Bruselas, mano a mano con Rafa, para no hacer nada. El otro ex-Erasmus que venía, Julio, se ha caído porque empezó a trabajar la semana pasada. Con esa baja, nos ponemos los tres a dos Werchters cada uno. Su entrada nos la compra Hugo, el invitado sorpresa. La verdad que es cuestión de Karma, porque se ofreció a dejarnos dormir en su casa sin pedir nada a cambio y, hombre, teniendo en cuenta que no sabíamos nada de él desde hace dos años, que él está trabajando, y que no vamos a acostarnos precisamente prontito para ir a Brujas, el favor que nos hacía era mayúsculo. Nos dijo en un correo que nos envidiaba porque él se había quedado sin entrada, sin saber aún Julio que empezaba a trabajar, y dos días después nos sobraba una. Fue bastante fácil y justo que se le ofreciese. ¿Karma?

Coincidimos el otro día en que tenemos casi tantas ganas de los tres días en Bruselas, en plan ceporro, como del festival. Rafa termina mañana el máster y yo no he tenido tantos días de fiesta seguidos desde Navidad, con lo que el plan va a consistir en movernos lo imprescindible, comer gofres y beber cerveza todo lo posible, además de revisitar todos lo garitos nocturnos del Erasmus. Además, conocida la afición de Hugo a la botánica, igual tenemos suerte y nos deleitamos con su cosecha. Los del 2008/2009 en plena depresión, haciéndo las maletas para volver a casa, contando las bajas que aumentan cada día que pasa, y nosotros más contentos que unas castañuelas, sacando Jupilers en el Pakis de Boondael con Boulevard Jacques, jugando a los dardos y al futbolín sin piernas en Montmatre, tomando caipirinhas en el Tavernier, tirados por la mañana en Bois de la Cambre y en los Étangs de Ixelles por la tarde, sentados en el Pantin, en el Café Belga, en el Ratabar, en el... De haber podido, habríamos planeado ir a Bulex, lo que hubiera sido cerrar el círculo. Prometo que haré una foto de nuestras viejas casas si pasamos por ellas (Javi, tuya sólo por la de Guille, que las otras estaban en Anderlecht). Creo, en definitiva, que el Atomium lo veremos desde el avión o no lo veremos.

Y el jueves al festival. Vamos, de nuevo, un montón de españoles. La entrada del festival incluye viaje en tren, para los extranjeros, desde cualquier estación de tren belga para ir al festival y volver los días de comienzo y final. En la SNCB han montado una plataforma electrónica para coger los billetes introduciendo un código que aparecía en cada entrada pero, y es un pero importante, los muy espabilados te piden que pongas la estación de origen y te envían un billete de ida y vuelta. Muy bien, si no fuera porque el jueves salimos desde Bruselas y el lunes 6 el avión lo cogemos desde Charleroi.

Llamé para preguntar qué se podía hacer y, no se me ocurrió pensarlo antes, en el norte, de tan cuadriculados que son, llegan a ser estúpidos. Me dijo la de atención al cliente que en la plataforma, con el código de la entrada, sólo podría coger un billete de ida y vuelta desde una estación, con lo que tendría que pagar el otro billete. Explicaré brevemente cómo funciona el viaje y qué se me ocurrió:

1. Para ir a Leuven (festival) desde Charleroi, hay que coger un tren hasta Bruselas, allí hacer transbordo, y coger un tren Bruselas-Charleroi.
2. Si, como para volver tengo que ir a Charleroi, cojo el billete de ida y vuelta desde Charleroi, el primer día del festival tendría un billete en mi poder con un trayecto largo
3. Si salgo desde Bruselas, casualmente la ciudad en la que hay que hacer transbordo, en el segundo tren Bruselas-Leuven del trayecto que une Charleroi-Leuven, nadie va a saber que nunca cogí el primer tren.
4. Se lo pregunté a la de atención al cliente.

Un error. Un grave error. Me dice que eso no se puede hacer, que no puedo coger un solo billete porque el día 2 salgo desde Bruselas y el día 6 llego a Charleroi, que son dos destinos distintos y que, por tanto, no puedo coger un billete de ida y vuelta que tenga origen y llegada distinta. Insisto en comentarle que, si no hay que cambiar el billete electrónico en taquilla, y tengo derecho a un trayecto largo, ¿qué es lo incorrecto si hago medio viaje teniendo un billete más largo? Es como si cojo un billete de tren Madrid-Sevilla, lo pago, y me bajo en Córdoba, pero a la inversa, montándome en Córdoba. Me dice que no, que no insista, que me lo ha explicado tres veces ya, y que si hago lo que propongo me arriesgo a una multa porque ESO NO SE PUEDE HACER.


¿Pero quién va a saber que no vengo desde Charleroi si justo el transbordo lo cojo en Bruselas? De repente me pone una musiquilla de espera indefinidamente. La muy zorra me ha dejado colgado, como si el insolente fuera yo. Maldita analfabeta incapaz de pensar. Me ha dejado todo jodido, porque me ha dejado por un imposible una tía que, no sólo no ha resuelto el problema que le planteo, sino que, cuando se lo resuelvo yo, me dice que no se puede, que no se puede y que no se puede, que son las normas de la plataforma. Pues me cago en la plataforma de las narices.

Que sepas que tengo un billete Charleroi-Leuven, que voy a montarme en Bruselas, y que voy a mear en el tren.

jueves, 11 de junio de 2009

Flash

Acabo de sobrevivir a la herencia genética.
Mi padre fue ingresado con neumonía en mayo, pero se le diagnosticó también una cosa más: el síndrome de Brugada. Copio literalmente de la página web que habla sobre el tema: "Síndrome que causa muerte súbita cardiaca inesperada en corazones aparentemente sanos. La muerte súbita cardiaca esta causada por alteraciones severas de ritmo cardiaco. Esta enfermedad es conocida con el nombre de Sindrome de Brugada y puede ser hereditaria." Ahí es nada.
El hombre ha decidido ya instalarse un desfibrilador automático, del tamaño de una esfera de reloj, aproximadamente. Se pone debajo de la piel y se conecta al corazón. En caso de parada no programada, y suelen serlo todas, te suelta un chicharrazo. Digamos que se puede evitar que una muerte fulminante sea efectiva.
Lo de que puede ser hereditario, a los médicos les suponía una oportunidad. Este síndrome está prácticamente recién descubierto, con la mayoría de los genes que lo provocan sin identificar. Una familia con síndrome sería un filón para artículos, ensayos clínicos y méritos profesionales. Lástima que mi hermano y yo no lo tengamos, después de hacernos las pruebas. El médico me ha dicho hace una hora "tú padre no sabe de dónde vino ni hacia dónde irá este síndrome". Le he dicho que, de todas maneras, igual era mejor que no supiera nunca, el hacia dónde va.

Como enfermedad no me preocupaba excesivamente: Una muerte fulminante, probablemente con poco o sin dolor. Adiós a la hipoteca, a los hijos adolescentes, al reuma, el cáncer y otras enfermedades terribles, a los esfínteres sueltos de la vejez. Si yo tuviera noventa y cinco añosy un pañal gigante igual deseaba tener Brugada, la verdad, con todas mis fuerzas.

jueves, 4 de junio de 2009

Empezar por los extras

Durante las prácticas en empresa en Bruselas, un despacho para mí solo me parecía un extra de ensueño, habida cuenta de que me movía en las profundidades de una novela de ciencia ficción. ¿Qué clase de don nadie cae en la sede de una multinacional, con cero días de experiencia laboral, tiene un despacho delante de un super-jefe (super-jefe que, por cierto, viene un día y te cuenta que estuvo cenando anteanoche en la Casa Rosada con el Presidente que vive en ella para hablar de negocios) dispone de dos portátiles en su mesa de trabajo, un armario con material de oficina, línea de teléfono propia, menú de invitado especial en el comedor de empresa, y acceso con su pase a más edificios que el grueso de los empleados del complejo industrial?

Pues un don nadie con una flor en el culo. Qué digo una flor, una secuoya gigante. Porque no me jodas, con una experiencia laboral como vendedor de periódicos, reponedor de supermercado, tamizado de Lacasitos azules, o recogedor de carros de supermercado, por poner varios ejemplos, me sentía como en Pretty Woman. En cualquier momento mi supervisor belga me pediría un francés debajo de su mesa, quizá una espagnolette, por lo del origen exótico, aunque voy bastante escaso de pecho, y no podría negarme.

Aún recuerdo a mis compañeros de mesa, lanzando esas miradas furtivas a mis entrecôts con salsa de grosellas mientras se comían a cucharadas las patatas hervidas, sin aceite y sal, que acompañaban a sus salchichas. Venga muchachos, que no están tan malas, y además mañana he visto que hay zanahorias como guarnición.

Empecé con un despacho para mí solo. Empecé con el extra. Desde ahí, todo ha estado por debajo: Por los tres sitios por los que ya he pasado (electricidad, trenes, gas) mi pantalla de ordenador ha sido, y sigue siendo, como la de un televisor a la venta en un escaparate. En el sector eléctrico pude comprobar cuánto ruido hacen, y cuanto calor dan, dos fotocopiadoras-impresoras de planta juntas. Ahora tengo suerte y sólo compruebo el ruido. Puedo dar fe, con mi panza, de que nunca he vuelto a comer igual. Aunque si, como dice mi hermano, una copa tiene tantas calorías como un chuletón, a lo mejor la panza no es fruto de mi incorporación laboral, sino de la integración local. Y en todas partes tuve que pedir llave a la encargada del material dándole justificación de todo lo que cogía (las pasé canutas al coger clips para limpiarme las orejas y no saber que en realidad se emplean para mantener folios unidos).

Además de disfrutar en la cumbre de unas inmejorables condiciones laborales, excluyendo el sueldo, una preocupación menor y banal, las actividades de los que me rodeaban en Bruselas me parecían todas muy selectas. Exquisitas, principescas, tal vez. No en vano creo que he citado ya el viaje a Argentina del super-jefe ¿no? Pues sus secuaces se movían en asociaciones internacionales, asistían citados como expertos a conferencias ¡como moderadores! Frecuentaban ministerios varios, acudían a complejos industriales europeos, y concertaban conferencias videofónicas internacionales. Hablaban con gente de todo el planeta para defender complejos informes que yo no entendía, pero que tenía que ser porque, nadando entre aquella flor y nata, yo era un trozo de queso de cabrales. Aunque lo encierres, el cabrales sigue oliendo. Sobre todo si la noche anterior hubo TD.

De entre todas aquellas maravillas, recuerdo una en particular, que me dejó un sabor de boca, cómo decirlo, como si yo hubiera liberado a Willy, o como si Berlusconi me hubiera llamado tras verme en un book. Encontré un documento en Internet en el que figuraba mi supervisor como participante en Florencia en un Foro europeo sobre temas eléctricos en representación de una de las asociaciones de las que era miembro. En dicho evento sólo pueden participar representantes de los ministerios para la energía, de los reguladores energéticos, y de asociaciones europeas muy conocidas. Mi supervisor era lo más. Me puse una foto suya en la carpeta y la llevé pegada contra mi pecho durante una semana mientras lanzaba suspiros de deseo.

Pues bien, la semana pasada se celebró aquí el evento equivalente en materia de gas, el jueves y el viernes, y acudimos los cuatro miembros de mi unidad. No uno, ni dos: los cuatro. Olé, pa ti pa tu primo. “International” pone en mi tarjeta, pero no es sólo para lucir. Sentadito en una mesa estuve comiendo con varios pesos medios del sector nacional, y a metros de otros del panorama europeo durante el transcurso del evento. Voilà, ma carte professionnel. Thank you, do not hesitate calling me. Un plaisir monsieur. Ha ha ha, that is so funny, you are killing me. Joder con Pretty Woman, si hace dos días estaba jugando a la pocha en la cafetería del CPS, saltándome cualquier clase que hubiera entre las 15h y las 17h, y ahora estoy tomando pinchos de diseño con Mr Bruckerin y con Ms. Fülzweiss. ¿Jugar al golf? Qué cachondo, el suizo, si eso es un coche, no un deporte.