miércoles, 21 de febrero de 2007

Visita de Carlos y Nacho


















Carlos llegó el jueves a tiempo para una TD, la fiesta de las cervezas voladoras, y Nacho el viernes, comenzando la fiesta a las seis de la tarde hasta las siete de la mañana. La cerveza belga pega fuerte... Nos echaron del Delirium, el camarero, por zoquete, que tiró los vasos, se enfadó (fue su culpa) llamo al guarda por el pinganillo, nos devolvió el dinero y nos echó. Qué gilipollas. Menos mal que ya eran cerca de las 3:30 de la mañana.... al Celtica a seguir de fiesta... sólo hay que ver a Nacho colgado de Carlos para saber que de las seis a las siete son muchas horas de cerveza, jeje. Qué narices, voy a poner las fotos del viernes, la del coche abierto en la calle, como la del muro Reservé (juro que no vi el cartel) o la mancillación del Manneken Pis del Delirium.

Y que conste que fue una visita cultural también... poco, pero lo fue, a nivel gastronómico no mucho, más bien deprimente, pero está lleno de representativos guiños belgas. Atomium, Basilique, Grand Place, Bourse, Manneken, Saint Michel, Grand Sablon, Palacio Real, Parlamento europeo, Museo de los instrumentos de la música, Palacio de Bellas Artes, Plaza del museo, Palacio de Justicia, Porte de Hal, Sainte Cathrine, Rue de la Cigogne, murales de Bande Dessinée, Parc du Cinquaintenaire, Museo Real de Arte e Historia, Chiquito la Muerte, Leopoldo II, gofres y birras, muchas bières con cuerpo y carácter. Hasta pasamos cerca del Jardín Botánico camino de la fiesta de Martin, lo único que de noche y camino de una fiesta, un parque no deja de ser un ah, mira que bien ¿falta mucho para llegar a la fiesta desde aquí?. Añadiré que ambos fueron a Brujas y Gante el lunes, con lo cual el viaje relámpago compensa que hayan pasado la mitad de sus días de fiesta. Un agotador fin de semana, pero me lo he pasado como un enfant.

domingo, 4 de febrero de 2007

Tournai - Mons - Soignies


A pesar de preparar los horarios de tren con precisón, incluyendo horas de salida, estación, número del tren, andén, dirección, hora de llegada, duración, diferentes horarios con y sin trasbordos, por si acaso... mis compañeros de viaje han llegado tarde a la estación de Bruselas y el tren se ha marchado sin ellos. Conmigo dentro, pero ellos abajo, recién llegados a las 8h17min30s, pero viendo que en Bruselas, sobre todo si le pides amablemente al hombre de la estación que espere 10 segundos más, el tren sale a las 8h16min50s. O lo que es lo mismo, diez segundos antes de la hora prevista pero sólo por joder. Han tenido que esperar a las 9h17min20s (por joder también, que esperen un poco más) para ir en el siguiente a Tournai. Unos minutos después de salir ellos estaba llegando yo a la estación de Tournai, como avanzadilla del grupo.

Tournai, 70 000 habitantes, la ciudad más antigua de Bélgica junto con Tongeren. Turnacum para los romanos. Su principal atractivo es la catedral de Nôtre Dame, s.XII. Bastante molesto estaba yo por la niebla que había en toda la región, que hace que las fotos pierdan todo el encanto que el ojo humano puede percibir a pesar del agua, como para llegar a la oficina de turismo y ver que abre a las 14:30. Cuando voy solo tiendo a caminar rápido, y además de dar un par de vueltas innecesarias (el palacio de justicia era ordinario, igual que el conservatorio, el museo de historia natural o el parque de detrás del ayuntamiento) he tenido tiempo para entrar en la catedral, ver el ayuntamiento y su patio de honores, la torre del campanario (beffroi) y la Grosse Tour de Enrique VIII. Cuando los dos compañeros han llegado a la estación, a las 10:22, con el siguiente tren a tomar saliendo a las 11:29, he hecho de guía por el mismo recorrido. Lástima que con la misa especial de la catedral hubieran cerrado las puertas, pero con eso hemos ganado tiempo suficiente para ir hasta el puente de los agujeros (vaya nombre más soso). Los muy espabilados se habían acostado a las cuatro de la mañana viendo episodios de Futurama y Padre de familia, y han visto en una hora lo que debíamos haber visto en dos, recordándoles, no obstante, que lo más bonito de todo lo que había visto era el interior de la catedral (la falta de puntualidad se paga, a veces).


En Mons, hemos preguntado en la oficina de turismo a la mujer más bella de alrededor de la treintena de este país. Joder, casi le echamos fotos. Lo más destacable, después de la joven de la oficina de turismo, eran el Hôtel de ville (ayuntamiento) de la Grand Place, la torre Beffroi (torre Campanario, muy currado el nombre también) y sin duda la Collégiale Sainte Waudru (Colegiata Santa Vautrudis, que fue reconocida Santa por morar en la región con ese nombre tan feo). Las reliquias de Santa Vautrudis, Vau para los amigos, se pasean el día de la Santa Trinidad en el Car d'or (no hace falta traducción). De camino a Mons ha comenzado a lucir un sol espectacular, que ya no ha dejado de brillar en todo el día, un alivio, porque fotografiar torres envueltas en tinieblas no tiene gracia. Hemos comido en un parque, detrás del ayuntamiento, arroz con pollo y tortilla de pollo (es lo que tiene comprar medio kilo de pechera) que dan una sed que no veas, así que nos hemo ido a la Maison des Brasseurs a tomarnos dos cervezas de tres cuartos de litro para los tres. Y nos hemos tenido que ir a paso ligero a la estación antes de perder el tren camino a Soignies y tener que quedarnos una hora más.
Soignies era la elección dudosa, pues es muy pequeño y no sabíamos si ir, pero mientras hubiera sol y la guía lo citase era una posibilidad. Lo mejor y prácticamente lo único, la Colegiata de San Vicente, s XI, que por lo visto se salvó milagrosamente de la quema iniciada en la Revolución francesa en la zona. Nuestro románico no tiene nada que envidiar al belga, la verdad, pero ir hasta allí y tomar un café en un bar kitsch, regentado por un egipcio que sirve manzanilla cuando le piden té, y con verbena para jubilados es una imagen que hace que el románico carezca de la menor importancia.
La guinda: la vuelta a casa desde Soignies, cuyo tren no va sólo a Bruselas, sino también al aeropuerto, y ha salido con media hora de retraso debido a un tipo que se negaba a bajar arguyendo que su billete era válido. Hasta que no ha venido la policía y se lo ha llevado el tren ha estado parado en la estación. En las sucesivas, se sabía quién iba al aeropuerto en función de sus resoplidos y quejas...

jueves, 1 de febrero de 2007

Huy - Lieja

Huy no es sólo una onomatopeya, es una ciudad de Bélgica, y si no me equivoco creo que hay otra en Alemania. Esta semana de descanso entre cuatrimestres la aprovechan los Erasmus para hacer viajes largos. Por si acaso, he decidido quedarme en Bélgica y retomar lo que hice en octubre en la empresa para que cuando empiece este lunes pueda hacerlo con agilidad. No obstante, pese a todo, si todo el mundo hace algo, yo también, aunque sea más corto y más cercano. Con la guía azul que me regaló mi hermano eché un vistazo a las regiones y poblaciones belgas. Huy era de mi interés principalmente porque era pequeño, con lo cual rápidamente podría ir a Lieja, y disponía de un funicular que sobrevolaba la ciudad, incluido el río Mosa, hasta un fuerte napoleónico que domina las vistas de la ciudad. Según la guía, están abiertos todo el año, aunque no hasta tan tarde como en verano, el servicio de funicular y el fuerte. Según la oficina de turismo de Huy, no debo perder el tiempo en acercarme a ninguno de los dos sitios, porque están cerrados en invierno. Mierda. Aún así, me encantó bajar desde la estación hasta el río Mosa (¿nadie ve películas de la Segunda Guerra Mundial?¿os suenan las Árdenas?) y tener frente a mí el río envuelto en niebla, con una lúgubre iglesia al fondo, y un monte inmediatamente detrás con un fuerte en la cima. Y si nadie ve películas, alguno habrá jugado al Medalla de Honor o al Retorno al castillo Wolfenstein en el ordenador. Un pueblo que a ratos ofrece un siniestro decorado.
Dando la vuelta por el pueblo, he pasado por un sendero enlodado de una calle donde los adoquines que rodeaban el claustro de los Hermanos Mineros desaparecían dirección a la campiña. No encuentro agradable ir a la guerra, recibir una bala y caer en este suelo fangoso. No hay nada de poético en morir en un paraje como este, frío, húmedo y resbaladizo, rodeado de niebla y ruinas.
Opté por ir a Lieja tras leer literalmente que es uno de los lugares menos atractivos del país. Leí con atención todo lo que describía la guía, y como he comprobado hoy, realmente no es en su conjunto bonita, pero tiene rincones que para Zaragoza quisiera. Andando con un mapa ya casi desmembrado, en parte por la lluvia, pero sobre todo porque lo doblaba cada vez de manera distinta, de modo que al sacarlo, y sin apenas abrirlo, me mostrase el cuadrante en el que estaba, me encontré con un tipo sonriente. Me dijo que la calle por la que tiraba tenía el fin cortado por obras. Me preguntó si era del barrio (evidentemente era una pregunta retórica). Tras una breve conversación y mostrarle mi queja porque muchas cosas no se podían visitar por dentro, ya que eran edificios administrativos, me ofreció quedar a las 14:30 para tomar algo y visitar el ayuntamiento. Me dio su tarjeta: el tipo era consejero municipal. Creo, no obstante, que este tipo tenía otras intenciones para el joven estudiante español que acababa de conocer, pero el joven español no tiene un pelo de tonto, y se aprovechó de su buena (quizás dudosa) suerte.



Tras nuestro encuentro, me llevó a un céntrico bar en la plaza del Mercado, frente al ayuntamiento. Me trajo folletos de Lieja, uno en español, el único que había en la oficina de turismo, y que nadie sabe por qué, no me habían dado. Era mi primer descanso del día quitando los 25 minutos de tren Huy-Lieja, y hablamos de la región, de la historia de la ciudad y de sus monumentos. Hice ademán de invitarle a su copa de vino, pero él se defendió y pagó mi café, ya que él era el anfitrión de la ciudad, y no yo. Visitamos el ayuntamiento por dentro; lástima no haber hecho fotos, pero un tipo de seguridad nos siguió todo el rato y pasé. No creo que muchos habitantes de la ciudad hayan visto el interior, así que me considero privilegiado al haber estado en el Hall y los salones de este edificio del siglo XVIII. Me acompañó al Palacio de los Príncipes Obispos, a ver el patio interior, de lo que ahora es el Palacio de Justicia. Está junto a una de las estaciones de tren, y previsor que fui al prepararme los horarios de salida, le dije que quería mirarlos para cuando tuviera que volver a casa. Casualmente faltaban tres minutos para que el siguiente tren rumbo a Bruselas llegase a la estación. No puedo desaprovechar esta ocasión, estando tan cansado y llegando el tren que me lleva a casa. Así me defendí y me evadí del tipo que quería que cogiera otro tren posterior y fuera a su casa a tomar una copa de vino. Ahí te quedas majo, gracias por la visita, los folletos, la conversación y el café, pero a tomar vino a tu casa te llevas a otro. No te jode: qué país de pervertidos. Pues entonces yo, una calientapollas.

Fin de exámenes (V y final)


El martes 23 de enero me repetían un examen porque me equivoqué de fecha. El profesor me hizo ir a la organización ecologista en la que trabaja. El señor H. me dio un par de revistas de energías renovables en español y me dijo que fuera leyéndolas antes de preguntarme nada, y así podría responder sobre la realidad energética por medio de energías renovables en España. El caso es que empezó a preguntarme sobre el temario de la asignatura. Datos y descripciones de Europa, Bélgica, la región valona y tecnologías actuales. Cuando miró el reloj llevábamos 40 minutos hablando, cuando el examen oficial era de 25 minutos. Gratamente sorprendido, entre otras cosas por hablar de cosas que, según él, no tendría por qué saber, ya no pudo preguntarme nada sobre los artículos de las revistas porque habíamos sobrepasado el tiempo. Me dijo que había hecho un examen excelente, y que merecía 19 sobre 20, pero me preguntó si me parecía justo que sólo me pusiera 17/20 debido a que no había acudido a la cita oficial. ¿17/20? ¿Que si me parece mal por un examen que no había hecho? Está de coña, pues claro que me lo quedo, sin protestar y dando mil gracias. Al menos acabé con un buen examen, y sobre todo teniendo en cuenta que no debería haberlo aprobado. Al fin un examen del que sentirse orgulloso...