16 horas de viaje en bus.
Salí de Bruselas casi con lo puesto. Y entre lo puesto incluyo un par de gin tonics en el cuerpo, siguiendo un consejo de Guillermo, que para dormir en el autobús, una, dos o tres cervezas me ayudarían a coger sueño. Y es que en el Colruyt la botella de Bombay Sapphire sólo cuesta 13'83€ y viene con un vaso de regalo. Al final no dormí ni el huevo, pero al menos tengo una botella de Bombay recién empezada en la nevera. Y es que ocho horas en un autobús nocturno dan para descubrir que los vaqueros tienen costuras que desconocía.
A las 7 de la mañana aparecí en Braunschweig donde vino a recogerme María (gofre con nata montada de premio). Acababan de poner las calles y estaba todo vacío. Y cuando te digan que Braunschweig se ve volando, échale una hora u hora y media de paseo, no más. La verdad que íbamos los dos bastante somnolientos y nos apetecía llegar a la residencia, cuando menos un refugio de la lluvia fina pero constante que cayó por la mañana.
Vimos la casa de Bob Esponja, que a mí, la verdad, me gusta. Y la casa de Heinrich el León, o algo así, siendo el bicho el emblema de la ciudad. La mascota, vamos. El ayuntamiento nuevo, el viejo, casas típicas alemanas, la mitad reconstruidas en 19XX. Si hasta la residencia de estudiantes era más antigua que algunos de los edificios emblemáticos.
Es la primera vez que visito una, y la verdad, molaba bastante. Uno come en el quinto, va a tomar café al séptimo, y luego, o vas a echar una siesta o a jugar a la pocha al tercero. Y Braunschweig es famoso por las siestas en las que no duermes nada. A la tarde, aún pude volver a ver el centro de Braunschweig (total, por una hora de visita, se puede repetir). Las fotos las tiene Leyre en su cámara, así que aún no puedo poner ninguna.
A la noche, al fin, fiesta en Sausalitos. No, no tengo yo las fotos, todo se andará. Margarita de fresa constantemente, y con el calor que iba haciendo, por dentro y por fuera, cada vaso entraba mejor. La pena fue que no nos dejasen entrar en una discoteca porque éramos españoles (y eso lo dijeron los porteros, alemanes de pura cepa, creo que del oeste de Turquía).
El domingo fue, pues eso, un día ocioso. Fui a comer al centro (tercera visita de la ciudad, esto empiezo a conocerlo) cerveza, codillo y wirtshaus teller, que signifique lo que signifique, es carne. Lo mejor, la compañía (pero después el codillo sin ninguna duda). Una larga siesta y ver que todo ha pasado tan rápido que ya tengo que volver.
Bruselas, lunes 6 de la mañana. Paf, paf. Despierta