No hay nada tan raro como llegar a casa del trabajo, hacer la maleta e irte con ella varias manzanas a instalarte en tu misma ciudad en casa de otra persona. Aprovechando la visita de Djordje y Rafa nos acuartelamos en casa de Bea.
La noche del jueves al viernes dormí dos horas. Me cargué la lámpara porque pensaba que el despertador era aquel trasto gigante e intentaba desconectarla con las manos en la oscuridad. Mal empezamos, que no sé ni dónde me encuentro. La jornada delante del ordenador pasó bastante bien, con calma, y al salir, a las tres, con un pita giros para llevar en una bolsa, me fui a buscar a Rafa. Y ese fue el pistoletazo de salida del finde con menos horas de descanso desde la visita de Carlos y Nacho a Bruselas.
No hicimos más que andar durante el día -más bien por la tarde- tomar cervezas y comidas hipercalóricas -otro fin de semana más- y salir. Salir hasta las mil, para variar, que es carísimo ser anfitrión en tu propia ciudad. Creo que la dosis de visita y de salida nocturna fue excelente, probablemente parecida a la de la visita de Nacho y Carlos en Bruselas, y como ésta, agotadora. Ayer no tenía ni cuerpo ni ganas para colgar las fotos, sólo quería dormir y hacer la fotosíntesis desde el sofá, enfrentado a la televisión.
En diez días Bea y yo vamos a Madrid. Les hemos retado a Djordje y a Rafa a devolvernos las 50h de evocación del Erasmus de este finde. Ojalá haya empate.
1 comentario:
jeje ya exo de menos ese finde!!!aunq creo q este cogere fuerzas para el de madrid!!!
besetes feo
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