Todavía estoy sin Internet en el piso, aunque esporádicamente llega una señal sin proteger, con la que espero poder colgar esta entrada. Para colmo de males, el alimentador de mi portátil ha muerto, y este era uno que compré “Made in China” para sustituir al original del Packard Bell y que murió a principios del verano. Desde aquí hago un llamamiento a aquel que tenga un Packard Bell que ya no use, para que pueda dejarme su alimentador, ya que es el que más va a durar (y no venden sueltos). Estoy escribiendo con la batería que me queda. ¡S.O.S.!
Ayer empecé, por fin, el nuevo trabajo, y hoy tengo fiesta local para reposar. Mi jefa es encantadora, y se ocupó el primer día de proporcionarme todo el material a su alcance que pudiera serme útil. Mucho me temo que el día que me pida un informe, una presentación o un trabajo, lo hará con un parche en el ojo y un cuchillo en la boca: si tienes todos los medios a tu alcance, las cosas han de estar muy bien. No hay excusas. Ayer me plantó un documento de 185 páginas en inglés de la CNE para la Comisión Europea, más cinco links de instituciones oficiales llenos de documentación e informes: 1 link en español, 1 en francés y 3 en inglés. El primer día y ya voy bien servido.
El edificio es bastante más chulo por dentro que por fuera. Estoy en la planta octava, y apenas me cuesta diez minutos llegar al trabajo andando. Tengo mi mesa, un poco mal colocada (soy el nuevo) y nadie sabe cuándo llegará mi ordenador. Tengo que hablar con RRHH, porque por lo visto rellené un documento para el I.R.P.F. marcando la casilla de soltero. Soltero pero con menores a su cargo en el domicilio, quiero decir, así que mejor cambiarla.
Me presentaron al jefazo de nuestra sección en la empresa (un tipo que forma parte del consejo de administración ha de ser, por fuerza, un jefazo) y me preguntó que de dónde venía. Vengo de Zaragoza. No, muchacho, de qué empresa vienes. Mi jefa salió en mi ayuda y dijo que venía de Endesa en Bruselas y que había estado en Alstom un mes antes de que ellos me echaran el lazo. Al cuello me lo has echado, reina, porque ninguna de esas dos cosas está bien.
Me presentaron a una joven, creo que rondando la treintena, muy guapa y vestida en plan Sexo en Nueva York, que me preguntó lo mismo. ¿De dónde vienes? Y perdonad por la cabezonería, pero es que yo a esa pregunta respondo con naturalidad “De Zaragoza”. Nunca pensé que todos los que entrasen aquí tenían que venir de otro lado. Este es mi primer contrato de trabajo como ingeniero, sin contar los nueve días de julio. No, que de dónde, de qué empresa. Ah… ¿Y qué estudias? Ingeniería Industrial. ¿Y dónde has estudiado? ¿Perdón? ¿Qué dónde he estudiado? Saber lo que ha hecho uno me parece suficiente, pero a ella le parece importante diferenciar en dónde. Lo que sólo puede significar que a ella le gusta donde ha estudiado más que donde estudian el resto (¿ICAI ICADE? Tiene todas las papeletas). Estudié en Zaragoza. Ah… (Me mira en silencio) Pues bienvenido. Será hija de puta. Acaba de despreciar de dónde vengo, así, en tres segundos. Paciencia, ya le demostraré que se equivoca.
Ayer empecé, por fin, el nuevo trabajo, y hoy tengo fiesta local para reposar. Mi jefa es encantadora, y se ocupó el primer día de proporcionarme todo el material a su alcance que pudiera serme útil. Mucho me temo que el día que me pida un informe, una presentación o un trabajo, lo hará con un parche en el ojo y un cuchillo en la boca: si tienes todos los medios a tu alcance, las cosas han de estar muy bien. No hay excusas. Ayer me plantó un documento de 185 páginas en inglés de la CNE para la Comisión Europea, más cinco links de instituciones oficiales llenos de documentación e informes: 1 link en español, 1 en francés y 3 en inglés. El primer día y ya voy bien servido.
El edificio es bastante más chulo por dentro que por fuera. Estoy en la planta octava, y apenas me cuesta diez minutos llegar al trabajo andando. Tengo mi mesa, un poco mal colocada (soy el nuevo) y nadie sabe cuándo llegará mi ordenador. Tengo que hablar con RRHH, porque por lo visto rellené un documento para el I.R.P.F. marcando la casilla de soltero. Soltero pero con menores a su cargo en el domicilio, quiero decir, así que mejor cambiarla.
Me presentaron al jefazo de nuestra sección en la empresa (un tipo que forma parte del consejo de administración ha de ser, por fuerza, un jefazo) y me preguntó que de dónde venía. Vengo de Zaragoza. No, muchacho, de qué empresa vienes. Mi jefa salió en mi ayuda y dijo que venía de Endesa en Bruselas y que había estado en Alstom un mes antes de que ellos me echaran el lazo. Al cuello me lo has echado, reina, porque ninguna de esas dos cosas está bien.
Me presentaron a una joven, creo que rondando la treintena, muy guapa y vestida en plan Sexo en Nueva York, que me preguntó lo mismo. ¿De dónde vienes? Y perdonad por la cabezonería, pero es que yo a esa pregunta respondo con naturalidad “De Zaragoza”. Nunca pensé que todos los que entrasen aquí tenían que venir de otro lado. Este es mi primer contrato de trabajo como ingeniero, sin contar los nueve días de julio. No, que de dónde, de qué empresa. Ah… ¿Y qué estudias? Ingeniería Industrial. ¿Y dónde has estudiado? ¿Perdón? ¿Qué dónde he estudiado? Saber lo que ha hecho uno me parece suficiente, pero a ella le parece importante diferenciar en dónde. Lo que sólo puede significar que a ella le gusta donde ha estudiado más que donde estudian el resto (¿ICAI ICADE? Tiene todas las papeletas). Estudié en Zaragoza. Ah… (Me mira en silencio) Pues bienvenido. Será hija de puta. Acaba de despreciar de dónde vengo, así, en tres segundos. Paciencia, ya le demostraré que se equivoca.
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