Científicos de la Almunia han descubierto que, salir un jueves y trabajar el viernes de tirón hasta las tres, cansa. Así que el viernes me quedé en casa a sobar, sin más. Esto me permitió ir el sábado de visita a la exposición "Amar pensar y resistir" de la Lonja. Lo que se dice cultivando el espíritu, con videoarte, esculturas, cuadros e instalaciones vanguardistas de las colecciones de la Fundación La Caixa y de ARTIUM, el Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo. Como siempre en estas exposiciones hay de todo: originalidad a raudales, desde luego, cosas que te gustan, que te hacen pensar y, cómo no, ponzoña variada, muy contemporánea, pero ponzoña al fin y al cabo.
Me fui después al Centro de Historia para ver una exposición titulada Oriente - Occidente que venía anunciada en un breve párrafo de un periódico. Ponzoña. Para detallar más, era el enésimo videoarte que recoge imágenes de Asia y de Occidente, proyectadas a una vertiginosa velocidad las unas junto a las otras con música oriental de fondo. Un aburrimiento de tomo y lomo. Nueve años de viaje y no se les ocurre más que pasar diapositivas a toda velocidad. Eso sí, las unas junto a las otras, en una proyección en una esquina de una sala. Casi me compro al salir unas gafas de pasta de tres dedos de grosor.
En la planta de abajo había una exposición de la Escuela durante la República, una especie de "lo que el franquismo reprimió", repleta de paneles informativos para leer y pocas cosas para mostrar. Un panfleto propagandístico más sobre la guerra civil. No me interesa saber qué enseñaban unos y otros: no son mentiras ni calumnias de las cuales mi generación sea responsable, y de todo lo acontecido, los culpables, o están muertos o lo estarán dentro de poco, y los no culpables, deberían ser ya conscientes de lo que hicieron o no para evitarlo. No me siento responsable de que en Lepanto mis ancestros se cepillasen a la flota turca, ni de que en 1939 un ejército diera de hostias a otro ejército, mejor armado pero más ineficiente. Es algo que a día de hoy me la chufla.
Pero el gran descubrimiento fue la exposición de Schönberg, compositor austriaco que también era pintor, jugaba al tenis y al ping pong e inventaba cosas, como el extraño ajedrez de las alianzas, para cuatro personas, en el que la estrategia para ganar era ser no beligerante, según explicaba un panel. Había una pequeña sala con cuatro butacas realmente confortables, un par de lámparas de luz tenue y un equipo musical reproducía fragmentos de las obras más importantes del compositor austríaco. Cuatro butacas pero todas para mí. Casi me vuelvo a quedar frito de lo bien que se estaba. Un Tanqueray con tónica por favor.
Y después de una sobredosis de exposiciones, sobredosis de Guitar Hero (y de Tanqueray con tónica) en casa de Nacho en Jaca. El plan perfecto para una tarde ociosa. Unas birras, algo que entrenga a todos (y encima musical) y nada que hacer el domingo por la mañana. Todo lo aprendido no lo recordaba a las tres de la madrugada del domingo. Vaya ejemplo de juventud. Reconozco que somos también algo ponzoñosos...
1 comentario:
joer tio, tenemos q hacer un viajecillo,xq esto de tanta culturización en la ciudad maña no es na bueno eh!!!carla de venir es al siguiente q yo td sigo de examens, como se nota q ya eres un currante, pedorrrroooo!!!!pero igual me voy a casita,nuse, ya hablaremos!!!
besicos.bea
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