miércoles, 26 de agosto de 2009

Canícula

Hay dos cosas que llevo mal en Madrid.

La primera es el calor. Odio el calor. Haciéndolo extensivo, me atrevo a decir públicamente que no me gusta la playa, en general, refiriéndome sobre todo a esas playas abarrotadas, con grupos de adolescentes dando por saco, abuelas untándose crema, los chiringuitos con la radio, o con el que viene vendiendo latas, pulseras o conchas y caballitos de mar. Tampoco me apasionan las esculturas de arena con laca, al igual que las maquetas con cerillas o palillos: son la misma puta cosa, algo que te apetece romper delante del que lo ha hecho. Además está todo como una obra, manga por hombro, lleno de arena. La arena, hay dos tipos, la mala, llena de basura, palitos, piedritas, algas verdes y amarillas de tacto baboso, o algas negras y resecas. Hay colillas, a veces alguna medusa, algún resto de basura: no hago un castillo con esto ni con guantes. Y la arena buena, que engaña, porque es blanca y fina, y salvo la que está junto a la orilla, quema como brasas al pisarla descalzo. Lo que tienen en común, la arena buena y la mala, es que se te meten entre los dedos de los pies, en la raya del culo y en los… pura delicia.

En Madrid no hay playa, es cierto, pero hace un calor insoportable. El asfalto y las baldosas de la acera sueltan lametones de fuego. Yo, por mi parte, emano refrescantes regueros de sudor, que corren por mi nuca o por mis cejas. Al que en invierno te diga que está deseando que llegue el verano, por favor, tírale la copa a la cara, para que sepa cómo me siento yo en agosto. No pienso salir de casa si no ha empezado a anochecer.

La segunda, y esta la arrastro conmigo todo el año, es no tener mis discos aquí. Qué sí, que está Spotify, Youtube, Megaupload y lo que quieras, pero no me apetece descargarme los discos que tanto tiempo, dinero e ilusión me ha costado tener. Cada viaje a Zaragoza devuelvo alguno y me traigo otros, pero a los dos días pienso que tenía que haberme traído también éste o aquel. Ahora que evito salir de casa por las tardes (que no por las noches, que me tiene que dar el aire algún rato) me falta música. Siendo didáctico, eso es como que te falte cerveza. Tengo el ordenador lleno, pero eso es como tener cerveza caliente, no está mal, pero puede estar mejor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si pasases el frio q se pasa en Soria en invierno, no dirias eso!! qtl todo pedorro, añorando o q?? besetes

Bob dijo...

Interesante y acertadisima observacion lo de la musica. Y espero que te deshidrates para podernos poner tibios de cañas el sabado por los madriles!!!!