jueves, 1 de febrero de 2007

Huy - Lieja

Huy no es sólo una onomatopeya, es una ciudad de Bélgica, y si no me equivoco creo que hay otra en Alemania. Esta semana de descanso entre cuatrimestres la aprovechan los Erasmus para hacer viajes largos. Por si acaso, he decidido quedarme en Bélgica y retomar lo que hice en octubre en la empresa para que cuando empiece este lunes pueda hacerlo con agilidad. No obstante, pese a todo, si todo el mundo hace algo, yo también, aunque sea más corto y más cercano. Con la guía azul que me regaló mi hermano eché un vistazo a las regiones y poblaciones belgas. Huy era de mi interés principalmente porque era pequeño, con lo cual rápidamente podría ir a Lieja, y disponía de un funicular que sobrevolaba la ciudad, incluido el río Mosa, hasta un fuerte napoleónico que domina las vistas de la ciudad. Según la guía, están abiertos todo el año, aunque no hasta tan tarde como en verano, el servicio de funicular y el fuerte. Según la oficina de turismo de Huy, no debo perder el tiempo en acercarme a ninguno de los dos sitios, porque están cerrados en invierno. Mierda. Aún así, me encantó bajar desde la estación hasta el río Mosa (¿nadie ve películas de la Segunda Guerra Mundial?¿os suenan las Árdenas?) y tener frente a mí el río envuelto en niebla, con una lúgubre iglesia al fondo, y un monte inmediatamente detrás con un fuerte en la cima. Y si nadie ve películas, alguno habrá jugado al Medalla de Honor o al Retorno al castillo Wolfenstein en el ordenador. Un pueblo que a ratos ofrece un siniestro decorado.
Dando la vuelta por el pueblo, he pasado por un sendero enlodado de una calle donde los adoquines que rodeaban el claustro de los Hermanos Mineros desaparecían dirección a la campiña. No encuentro agradable ir a la guerra, recibir una bala y caer en este suelo fangoso. No hay nada de poético en morir en un paraje como este, frío, húmedo y resbaladizo, rodeado de niebla y ruinas.
Opté por ir a Lieja tras leer literalmente que es uno de los lugares menos atractivos del país. Leí con atención todo lo que describía la guía, y como he comprobado hoy, realmente no es en su conjunto bonita, pero tiene rincones que para Zaragoza quisiera. Andando con un mapa ya casi desmembrado, en parte por la lluvia, pero sobre todo porque lo doblaba cada vez de manera distinta, de modo que al sacarlo, y sin apenas abrirlo, me mostrase el cuadrante en el que estaba, me encontré con un tipo sonriente. Me dijo que la calle por la que tiraba tenía el fin cortado por obras. Me preguntó si era del barrio (evidentemente era una pregunta retórica). Tras una breve conversación y mostrarle mi queja porque muchas cosas no se podían visitar por dentro, ya que eran edificios administrativos, me ofreció quedar a las 14:30 para tomar algo y visitar el ayuntamiento. Me dio su tarjeta: el tipo era consejero municipal. Creo, no obstante, que este tipo tenía otras intenciones para el joven estudiante español que acababa de conocer, pero el joven español no tiene un pelo de tonto, y se aprovechó de su buena (quizás dudosa) suerte.



Tras nuestro encuentro, me llevó a un céntrico bar en la plaza del Mercado, frente al ayuntamiento. Me trajo folletos de Lieja, uno en español, el único que había en la oficina de turismo, y que nadie sabe por qué, no me habían dado. Era mi primer descanso del día quitando los 25 minutos de tren Huy-Lieja, y hablamos de la región, de la historia de la ciudad y de sus monumentos. Hice ademán de invitarle a su copa de vino, pero él se defendió y pagó mi café, ya que él era el anfitrión de la ciudad, y no yo. Visitamos el ayuntamiento por dentro; lástima no haber hecho fotos, pero un tipo de seguridad nos siguió todo el rato y pasé. No creo que muchos habitantes de la ciudad hayan visto el interior, así que me considero privilegiado al haber estado en el Hall y los salones de este edificio del siglo XVIII. Me acompañó al Palacio de los Príncipes Obispos, a ver el patio interior, de lo que ahora es el Palacio de Justicia. Está junto a una de las estaciones de tren, y previsor que fui al prepararme los horarios de salida, le dije que quería mirarlos para cuando tuviera que volver a casa. Casualmente faltaban tres minutos para que el siguiente tren rumbo a Bruselas llegase a la estación. No puedo desaprovechar esta ocasión, estando tan cansado y llegando el tren que me lleva a casa. Así me defendí y me evadí del tipo que quería que cogiera otro tren posterior y fuera a su casa a tomar una copa de vino. Ahí te quedas majo, gracias por la visita, los folletos, la conversación y el café, pero a tomar vino a tu casa te llevas a otro. No te jode: qué país de pervertidos. Pues entonces yo, una calientapollas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué chulo, yo ya tengo ganas de hacer los malditos exámenes, la mayoría orales también, y poder retomar mis viajes no sólo por Alemania... termino el 27 de marzo (qué largo se va a hacer) así q a partir de entonces ve preparando un hueco q Bruselas está en mi ruta!!
Un besico, guapo!

independiente dijo...

Mucho hueco no puedo hacerte, no creo que me dejen cavar en el suelo, además de que sólo llegaríamos al piso de abajo, pero cuento contigo.

Anónimo dijo...

Jeje no me vas a decir ahora q necesitas hacer demasiado hueco para mi gordo culo jajajaja!!!

independiente dijo...

Iba a responder, pero pa' qué...

Anónimo dijo...

guapo!