Otro finde cultural donde los haya. Por si no habéis visto las fotos de Facebook, o por si las habéis visto pero no sabéis qué narices pasó, os resumo brevemente cómo de interesante se ha puesto últimamente Madrid.
Sé de gente que va de visita dos días y son capaces de ir al Reina Sofía, al teatro, ir a comer y salir una noche de fiesta. Sé de gente, pero no la conozco.
Lo que son mis amigos Erasmus es una panda de gamberros, que me recogen tarde en la estación de bus, anuncian cena preparada (Telepizza también prepara pizzas, que sirven como cena, luego habrá cena preparada) y no dan propina al repartidor. Eso sí, las copas son de Master Series, y los garitos son increíbles. En el Low había dos horas de fila, a 14 eurazos la entrada con una consumición, pero acercarse hasta la puerta, decir que quieres comprar una botella con tus cinco amigos, pagar los 80 euros que cuesta (a tocateja 13-14€ por barba y dos consumiciones) y entrar en cinco minutos, eso no tiene precio (aparte de los 80 euros, claro).
Comimos con la abuela de Rafa, una señora de ochenta y pico años, pero más lúcida que alguien de 20 (sobre todo con lo que anda hoy por la calle) culta y con sentido del humor. Y después nos fuimos a las cuatro y pico, un sábado soleado, magnífico, a ver Madrid. Rafa y yo. Llegamos a la plaza Santa Ana tras bajar en Sol, y allí había una caseta regional de Asturias. Nos pedimos una botella de sidra. 2, 3, 4, 5 y 6 a pachas antes de que llegase el siguiente a brindarnos compañía. Conocimos a un chiflado, llamado Pelayo, y a una señora de Avilés que nos servía la sidra cuando le acercábamos el vaso y la botella. Al final cayeron once botellas, y nos fuimos con la música a otra parte. Nos tomamos un par de copas baratitas en el Mona Lisa, un bar de treintañeros, y nos fuimos al Independance Club. Allí íbamos ya como la moñoños, así que nos tomamos la de la entrada y una más en toda la noche. Había un montón de chicas, un montón de miradas, pero llevábamos desde las cinco de la tarde por ahí... a las tres de la mañana decidimos que lo que quedaba de noche era para hacer el tonto, y que las miraditas para otra noche, para otro lugar. Cinco minutos después de acabarnos la copa, empezamos a emplearla de sombrero y de catalejo, cuando las dos desconocidas más cachondas, en el buen sentido, nos preguntaron por qué teníamos vasos raros (es lo que tiene pedir vaso ancho). A partir de ahí, bueno, Rafa les dijo que yo era el dueño del bar, ellas nos dijeron que tenían novio (por si acaso), nosotros les dijimos que no teníamos novia (por si acaso) y nos quedamos con ellas de fiesta hasta que pusieron los Doors (Break on through), Queen (Bohemian Rapsody) y cerraron el garito a las seis de la mañana.
El domingo fue otro cantar. La resaca tras catorce horas de salida tarde-nocturna era espectacular. Me calcé el viaje sin dormir, cómo no, de cuatro horas, más la hora y tres cuartos que esperé en manga corta en la estación a que abrieran el maletero del bus, una auténtica caja de caudales de un casino, porque el sistema de apertura se estropeó. A las 22h cogía la maleta (había llegado a las 20:15) y se acababa mi fin de semana cultural... soy un literato.
2 comentarios:
no tiene mala pinta eh!!!a ver si quedamos a tomar algo y me lo cuentes x 3ª vez, q ultimamente solo parlamos x tlf y esto no puede ser!!!a ver si te me vas a ir y ya no te voy a ver mas ;). besetes gordos feo
jeje vaya finde!! un besazo!
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