sábado, 10 de mayo de 2008

El valor del ocio


Uno de los gestores se va y se pretende organizar, tras cinco años en la empresa, una cena de despedida. Cuatro gestores, incluido el saliente, el jefe territorial, dos secretarias, una consultora, un externo y el becario, el que escribe, tenemos que concertar una fecha para dicho evento.


Todo el mundo aprecia mucho al gestor saliente, pero la mitad no quiere celebrar una cena el viernes. El argumento de peso de un gestor fue el que sigue:

"Puesto que el viernes todos tenemos que trabajar, se deduce que todos estaremos aquí el jueves, así que es mejor cenar el jueves". Coño, pues también nos vale poner la cena el domingo, el lunes, el martes y el miércoles, puesto que todos tenemos que currar al día siguiente.

En el resto de su email explicaba que el resto de los fines de semana de Mayo y Junio tenía planes.


Me encanta la capacidad de algunos para deducir con una amable despreocupación que la gente que puede elegir entre un día u otro es porque no tiene planes que hacer. No, ojo, la gente que dice "puedo el viernes" es, porque tenga lo que tenga, no lo considera tan importante como para no asistir a la despedida de un compañero de trabajo. Mucho me temo que tales despedidas no acontecen demasiado a menudo como para suponer un trauma en la vida de nadie.


Aparece entonces el argumento "obligaciones y responsabilidades". "Yo es que tengo una serie de obligaciones y responsabilidades que atender" le sueltan a uno en la cara, con condescendencia, para añadir a continuación "eres demasiado joven, no lo vas a entender".


Como compañeros de trabajo nos diferenciamos en los años de experiencia, en la formación, en las responsabilidades, en las tareas, en las habilidades y en el número de horas de trabajo. Tales diferencias quedan recogidas en el sueldo horario, para cada uno de nosotros diferente. Pero como compañeros de trabajo, nuestras diferencias se marcan en las horas del trabajo, porque en lo que respecta a las horas de ocio, todas son valiosísimas, todas duran los mismos minutos. A mí me parece muy bien que una secretaria de sesenta años no quiera una cena el viernes porque el sábado por la mañana pasea a su nieta por el parque. Me parece genial, fantástico. Pero no me vale que esa actividad sea causa de fuerza mayor para enfrentarse a mi mañana de sábado durmiendo, luchando por respirar y pasar una resaca. Seamos sinceros, como compañeros de trabajo, mis horas de ocio no le incumben a nadie. No sólo son sagradas, sino que son la pera. A mí pasear a su nieta me deja frío. Estoy seguro de que cada sábado matinal con la niña es único e irrepetible, fabuloso, orgiástico incluso. Lo suficiente, si me apuras, como para que a alguien le parezca tan valioso como para no sacrificarlo para despedirse tras cinco años de trabajo de un compañero. Pero a mí, pasear a su nieta por el parque, me suda la polla. De verdad, no pagaría un céntimo por ello. Me parece una pérdida de tiempo comparado con aquello a lo que yo estoy dispuesto a hacer con el mío, ya sea roncar a pierna suelta, comer pilas usadas o meter los dedos en un enchufe si es lo que me da más gusto.


No vale como argumentación lo de "tú no tienes nada que hacer", o lo que es peor, "ya lo verás cuando tengas hijos". No, de verdad, no. Mis años, mi vida, mi ocio: Mío, mi tesoro. Si uno quiere dedicarse en su tiempo de ocio a tener familia, hipoteca o una colección de amantes lo hace libremente. Pero a mí me gusta comer pilas usadas en vez de tener hijos, qué le voy a hacer. Probablemente soy el que más horas de ocio tenga que cambiar el viernes por ir a la cena de despedida de un tío que llevará trabajando cinco años, pero que conozco de hace cinco meses, ya que en la relación de actividades desde las 21 del viernes a la 13 del sábado soy el que menos horas va a estar durmiendo, con lo que resulto ser el más activo (en horas despierto, no en agilidad de movimientos) y sin embargo voy. Voy a costa de cambiar mis horas de ocio. Sigo prefiriendo comer pilas, no conozco apenas a este tipo, voy a gastar bien de mis horas, que no son sólo valiosas, son incalculables, y lo hago porque me da la gana. El que no pueda, o simplemente, no le interese frente a SUS cosas, que no venga, que no me joda con argumentos éstúpidos y egoístas. Aquello de "así nos viene mejor a todos" sólo significa "así me viene de puta madre a mí, y a ti no te importa joderte un poquito". Si prefiero el viernes es por algo, así que no me lo cuestiones con condescendencia, paternalismo o menosprecio, caradura. Votemos, y entonces, que cada uno decida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

finalmente cuándo es la cenorri ???jejej...un besete feooooooooootttee