domingo, 4 de marzo de 2007

Düsseldorf









Düsseldorf, capital de Renania del Norte-Westfalia, fue el destino final de nuestro viaje. Cuando fui a casa del alemán que organizaba el concurso, dispuesto a pasar la noche allí, recibir las explicaciones y recomendaciones pertinentes, juro que ni sabía a dónde íbamos, ni como iba a ser el viaje, ni si llegaría, ni si volvería. Resultó, la verdad que genial, el hecho de que sólo fuéramos tres españoles a casa del organizador del evento. Llegué el primero a la casa, el viernes noche, y se llevó una sorpresa ya que anteriormente yo había dicho que no iría. Al empezar a calcular cuántos íbamos y cuánta gente que se mostró interesada en participar se fue cayendo, Martin decidió que iríamos en su coche, por 10 euros de gasolina, y que el autostop para otro día. Una brillante decisión, porque el sábado por la mañana llovía a cántaros, y la gracia de hacer autostop es que te pare un camionero al que le has mostrado los pechos, no un impermeable naranja empapado, un gripazo como tono de voz y la humedad que se cuela en los zapatos.

La noche del viernes cenamos, fumamos un par de cachimbas y nos emborrachamos. Para qué darse ningún tipo de mal si mañana vamos en coche ¿no? Martin, el conductor, se fue hacia las tres a dormir, y bueno, nosotros nos quedamos un poco más, acompañando en su soledad a Epicure, el pez guardián de la casa. Esperamos que a nuestro regreso siga vivo, porque el agua, por si no lo sabe la compañera de piso de Martin y domadora oficial de Epicure, se cambia más a menudo.

El sábado salimos a las diez de la mañana, que no es una hora demasiado buena para comenzar una excursión salvo que te acuestes tarde. Me senté delante y como buen copiloto estuve dando conversación a nuestro conductor. Mal hecho. Tenía que haberme sentado detrás y dormir como este par de perras que nos acompañan. Y la primera parada en Düsseldorf fue... ¡el estadio de fútbol! Increíble pero cierto. Fortuna Düsseldorf-Dynamo Dresden, en el LTU Arena, a las 14h, fútbol de la tercera división, Alemania del Oeste contra Alemania del Este, 18 000 personas y policías a caballo velando en un partido calificado 'de riesgo'. El Fortuna, equipo local, va 5º en la liga, y el Dresde, descendido una división y escindido en dos por un escándalo financiero, va 7º y se juega la desaparición, lo que enfurecería a los hinchas visitantes, nazis alemanes auténticos, una suerte verlos en mi primer viaje a Alemania. Hemos aparcado el coche en su zona de aparcamiento, más que nada porque el coche de Martin es de la provincia de Dresde. Lo que yo os diga, llevo una hora en Alemania y estoy entrando en un estadio de fútbol...

El partido. Bueno, a los aficionados os habría gustado. Mis tres compañero disfrutaron más porque han visto muchos más. Empataron los locales en el tiempo de descuento de la segunda parte, hubo una serie de tarjetas más que aceptable, incluida una roja, quemaron una bengala, el tipo de delante estaba girado y no paraba de gritar, levantarse y taparme las fotos, comí frikandelle (nunca más, qué cosa tan poco sabrosa) y al acabar el partido e ir de la zona local al parking visitante lo hicimos con seguridad.

Nos fuimos a casa del tipo que nos iba a alojar, miembro del Hospitality Club y amigo de Martin. Un diseñador de 28 años, que vive en un piso cojonudo que huele a lejía desde la puerta (por lo visto limpia cuando viene una visita, un detalle), con tics raros y que cocina. Cocina bien, pero poco y cocina pasta (originalidad = cero pelotero). Nos fuimos a dar una vuelta por el centro de la ciudad, paseando por la orilla del Rin, ya oscureciendo, y apurando a comprar cerveza alemana en un supermercado. La cena resultó agradable, lástima de mi inglés (que no tengo, quiero decir) y desgraciadamente me costaba entender al anfitrión más que a ninguno. Me siento isolé si cada vez que intento hablar sólo aparece el francés... Nos preguntó si queríamos salir a emborracharnos o a pillar cacho, (he aprendido que pick up es ligar, yo pensaba que era cheat, pero eso es poner los cuernos por lo visto) y que eligiéramos. La pregunta que plantea es de por sí de mal gusto, y más si te la formula un tipo feo dándoselas de galán y conquistador.

Al final salimos sin respuesta, a un bar de calentamiento, después tomamos un taxi cuyo conductor, exyugoslavo de avanzada edad, había sido compañero de escuela de Radomir Antic, y era fiel seguidor de las novedades sobre el Atlético de Madrid. Surrealismo puro. Esta ciudad empieza a sugerirme demasiado fútbol... y llegamos a un pequeño y apretado bar con música blues en directo donde nos pidieron un chupito de una bebida típica que sólo preparaban en ese bar de Düsseldorf... Qué hijos de puta, el infierno en la boca y en la garganta. No puedo respirar y se me saltan las lágrimas. Mis labios y mi lengua arden de una forma desconocida. Está claro por qué había que elegir entre beber o pillar cacho: un beso podría fundir una estatua de bronce ahora mismo. Una amiga letona de nuestro anfitrión sujetaba cacahutes en la mano para aliviarnos la tortura. Lo que hice fue quitarle la cervecita que se había pedido el tipo y compartirla con mis compañeros de martirio. Por lo visto es un licor de pepinillos (¡?) y muy especiado, que tiene el mismo alcohol que un güisqui, no vayamos a pensar. ¿Qué te hemos hecho, tío? Si no quieres que durmamos en tu casa habérnoslo dicho, pero no hace falta que nos eches tabasco a los ojos, nariz y boca como venganza. La noche continuó en una zona de bares que me recordaba a España como nada me lo había recordado antes en otro sitio. En el último bar había tres ultras del Dynamo de Dresde, dos teutones valientes que se quedan cuando todos se han ido ya a su feudo, y a los que encontré en el baño y me cantaron algo mientras bajaba la mirada tan rápido como pude.

Hoy nos han despertado a la una para comer crêpes con mermelada para desayunar. Rafa y yo lo hemos empujado con cerveza, pues es bien sabido que la unica forma de no tener tanta resaca es mantenerte algo bebido... Hemos dado un paseo por la orilla del Rin y poco más, antes de ir a comer un Döner Kebap, con contenido cárnico y barato en toda Europa, antes de regresar a Bruselas. Hemos llegado pronto, hacia las 18h, y Epicure seguía vivo, aunque el agua estaba realmente mucho más turbia. Me lo he pasado bien, la verdad, en el viaje. No diría que ha sido la bomba, porque no ha sido para tanto, pero ha sido un fin de semana distinto. ¿Y Düsseldorf? Bueno, para salir está bien, tienen un estadio de fútbol que para Zaragoza quisiera, pero viendo las fotos, prácticamente todo lo que he visto, podría ser Seattle, o Benidorm, porque apenas hemos visto nada de un ciudad de casi 600 000 habitantes. La fama no debe ser demasiado espléndida ni siquiera entre los propios alemanes, pero estoy seguro de que tenía cosas que me arrepentiré de no haber conocido, como los belgas hacen con Lieja, por ejemplo. Finalmente me he visto obligado a tomar una foto de un cartel en alemán que reza Düsseldorf, básicamente para que me crean que estuve, al menos una vez, en Alemania. :)

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