¡Feliz primer aniversario de mi exrelación! Hoy ha hecho un año desde que, oficialmente, nadie me ama. Curioso aniversario. Ni una llamada, ni una tarjeta, ni flores, ni regalos siquiera. Nadie se ha acordado excepto yo (¿tal vez ella también?) y no he tenido que gastar confeti, ni matasuegras, ni sonreir a nadie.
Un día que ha comenzado con escasas horas de sueño, todavía con el recuerdo del tabaco de liar Tigra arañando mi garganta, desde dentro el muy cabrón. En verdad, unas horas antes, aún de madrugada, se llenaban mis labios de besos sin perspectiva ni futuro prometedor.
Un año no es nada, pero, Dios, ya estamos en marzo, y a lo que me dé cuenta estamos en junio haciendo las maletas y presagiando que, a la gente que he visto durante algo menos de un año, apenas la volveré ver en mi vida.
Haciendo balance de este ¿positivo? año me quedan impagables amaneceres, anécdotas, largas veladas y buenas historias que contar. Sin duda la noche surrealista que se lleva la palma es la del sábado antes del examen de T. Energética de junio, cuando salimos mano a mano Héctor y yo por el barrio, a tomar unas cañas en plan tranquilo en la terraza de los chinos, y me desperté con el terrible martilleo de la vuelta a la realidad y la cordura en un motel de Conde de Aranda, con una guapa rubia que ha terminado por despertarme a horcajadas sobre mí, y a la que he abandonado dormitando mientras me deslizo escaleras abajo preguntándome qué me aguardará en el hogar familiar. Nadie me pregunta jamás qué tal me fue el maldito examen. Saqué un cuatro y medio. Hubiera sido tremendo que lo aprobase ¿que no?
Cómo olvidar esos ojos verdes y esos labios de película. Labios que ya no me hablan y que tararean constantemente al ritmo de un piano. O esa sonrisa que ahora luce en Alemania. Los labios que me dicen que me quieren, o los que probé al bajar de una mesa del Corbeau, quizá los de la mujer del pompón blanco, o a los que invité a beber vino afrutado, los labios fríos en un día de nieve, los que conocí en un pabellón, templo de la cerveza, efímero, fugaz y desconocido beso, o los de un miércoles de ron con Coca Cola, quizá los de un maldito taxi al amanecer. O los últimos labios, aun tibios en mi cabeza. Y en mi boca.
Marzo. Otra vez.
1 comentario:
Me ha encantado esta entrada. Nos vemos en Turin o en Bruselas, y ya he republicado!!!!!
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