Tomando carrerilla

¿Cómo sería mi trabajo? Esa era la última pregunta que me quedaba por responder cuando me instalé aquí el jueves pasado. No fuera a ser que mi aventura se malograse con una decepción laboral. No llevo una semana de curro, pero por el momento puedo decir que estoy encantado. Mis compañeras son encantadoras, saben un montón y saben explicar muy bien todo aquello que les pregunto. No tengo ni guarra de proyectos ferroviarios, pero ya sé bastantes cosillas por encima de cómo funcionan las comunicaciones y los elementos de seguridad en las líneas, hasta el punto de ir mirando desde las ventanas de los vagones de metro para identificarlos en las vías. La media de edad de todos los que trabajan aquí está en torno a los 30 o 35 años. Tengo horario de verano hasta el 15 de septiembre, de 8 a 15h. El resto del año, de lunes a jueves, de 8 a 14 y de 15 a 17:30, los viernes de 8 a 15h (voy a malacostumbrarme a salir los viernes antes). Una parada para el desayuno y otra para el almuerzo, de unos veinte minutos cada una. En septiembre me darán cursos de idiomas, pero ya me han adelantado que dominar el francés me granjeará las simpatías de muchos contactos de la compañía en Francia, que como buenos gabachos, prefieren no tener que hablar en inglés (yo, como buen cabezota que soy, también lo detesto) aunque probablemente los marrones que haya en Argelia o Madagascar, por ejemplo, en los que participemos, me van a caer a mí. Alá ajbar y olé.

La señal de la fotografía indica al conductor que debe detenerse. Pero estamos cambiándolas. Por lo visto está de moda eliminar al conductor, que son humanos imperfectos, y cambiarlos por sistemas SIL 4, que son bastante más seguros y no hacen huelga. Y por ahora me van a dar de comer, qué carajo.